jueves, 11 de junio de 2009

El mar no es un basurero


Siempre se ha considerado al mar como un vertedero natural, una especie de basurero que teniendo en cuenta su gran volumen de agua, podría soportar cualquier cantidad de residuos. Esto es un gran error y la prueba está en que cada vez son más frecuentes los problemas que sufren las ciudades costeras por la contaminación. Los desagües cloacales, el combustible derramado por los barcos, los volcamientos de las industrias, llegan a la costa y afectan al hombre y los peces. El 80% de las sustancias que contaminan el mar tienen su origen en tierra. De las fuentes terrestres la contaminación difusa es la más importante. Incluye pequeños focos como tanques sépticos, coches, camiones, etc. y otros mayores como granjas, tierras de cultivo, bosques, etc. Los accidentes marítimos son responsables de alrededor de un 5% de los hidrocarburos vertidos en el mar. En cambio, una ciudad de cinco millones de habitantes acaba vertiendo en un año la misma cantidad que derramó el Exxon Valdez en su accidente en Alaska.

Aproximadamente un tercio de la contaminación que llega a los mares empieza siendo contaminación atmosférica pero después acaba cayendo a los océanos. En los fondos oceánicos hay, en este momento, decenas de miles de barriles con substancias como plutonio, cesio o mercurio, resultado de décadas de uso del océano como vertedero para grandes cantidades de desechos. Por ejemplo, como consecuencia de los accidentes sufridos por diversos barcos de guerra desde 1956 hasta 1989, ocho reactores nucleares completos, con todo su combustible, y 50 armas nucleares, se encuentran en el fondo de diversos mares del globo. El exceso de aporte de nutrientes causa eutrofización en grandes zonas marítimas. En la desembocadura del Mississippi, por ejemplo, una zona de unas 4000 millas cuadradas, en las costas de Texas y Louisiana, ha perdido gran parte de su fauna como consecuencia del enriquecimiento de nutrientes continuado por el excesivo crecimiento de las algas y del empobrecimiento en oxígeno provocado por la putrefacción de estas algas.

Alrededor del 60% de las especies viven en la franja de 60 Km más próxima a la costa. Todos ellos se ven especialmente afectados por la contaminación que afecta a los mares y océanos, especialmente en la cercanía de las costas, lo que es especialmente importante teniendo en cuenta que, según algunos cálculos, procede de las costas algo más de la mitad de todos los servicios que la naturaleza, en su conjunto, provee a la humanidad (que en un estudio hecho en 1987 se evaluaron en 21.500 miles de millones de dólares). Los vientos transportan los contaminantes de origen agrícola a miles de kilómetros, incluso hasta el Ártico, donde son absorbidos por los predadores locales. Por todas partes las industrias regurgitan sus residuos en los ríos y sus gases tóxicos en la atmósfera. Por ejemplo, 66 mil millones de metros cúbicos de desechos industriales se evacuan todos los años en el Mare Nostrum. El océano absorbe enormes cantidades de aceites minerales, detergentes, fosfatos, metales pesados: cadmio, plomo, cobre, zinc, empleados por las centrales metalúrgicas y, mercurio procedente de la actividad minera. En total, alrededor de un tercio de los contaminantes presentes en la atmósfera regresan al mar, a través de la lluvia o por depósito directo. De los siete mil millones de toneladas anuales de CO2 producidas por la actividad humana, el océano recupera por lo menos dos. Es sabido que éste constituye una formidable máquina recicladora de los gases naturales presentes en la atmósfera. La capacidad purificadora de las grandes masas de agua marina es muy grande. En ellas se diluyen, dispersan o degradan ingentes cantidades de aguas fecales, hidrocarburos, desechos industriales e, incluso, materiales radiactivos. Por este motivo es muy tentador recurrir al barato sistema de arrojar al mar los residuos de los que queremos deshacernos; pero en muchos lugares, los excesos cometidos han convertido grandes zonas del mar en desiertos de vida o en cloacas malolientes.


martes, 9 de junio de 2009


Los daños infligidos a nuestra biosfera son del todo irreversibles. Esto quiere decir que al "agujero" de ozono no lo vas a cerrar "generando ozono", que no vas a hacer desaparecer el efecto invernadero.

Si hemos desestabilizado la progresión de calentamiento alrededor de 2 grados por año, no vamos a conseguir volver los parámetros naturales, porque el CO2 ya pulula libre por la atmósfera. Sólo podemos hacer que NO SEA MÁS GRAVE. Es como detectarle un cáncer a alguien y se dijera: "Es un tumor inoperable, pero podemos hacer un tratamieto de mantenimiento por el cual la calidad de vida y las condiciones del paciente sean aceptables y su vida apenas se vea mermada, siempre y cuando continúe con su tratamiento". ¿Ahora entendés?

Estamos en una constante guerra con la naturaleza y las causas de los que provocamos se van observando continuamente: tornados, huracanes, inundaciones, ciclones, etc.

Tal vez, con el paso del tiempo, el ser humano se haya convertido en una animal hecho para destruir lo que tiene a su paso, y nada lo detiene hasta destruirse a sí mismo y a lo que está a su alrededor. Está en vos, cambiarlo o no.